En esa pequeña ducha el agua corría por nuestros cuerpos como dulces suspiros apresurados para llegar a nuestros pies. Tú me absorbías con tus ojos del color de los violines, y yo encantada por tu mirada te enredaba el pelo entre mis manos, sin dejar de sonreírte.
El calor de nuestros cuerpos se entrelazaba entre sentimientos de cariño y amor, igual que nuestras manos al empujarnos el uno contra el otro y acabar encarcelados en un abrazo.
Si me retienes así entre tus brazos, ya nunca más quiero ser libre, si juntas tus labios con los míos, ya nunca más quiero estar sin ti.
Porque si se trata de quererte, nadie lo hará nunca como yo.
Yo también quiero encarcelarme dentro del amor más presente de estos ojos de un color aviolinados.
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