Miedos que se funden entre tus músculos, que están allí, tuyos y de nadie más, que conviven con los placeres, con el valor y aparecen cuando menos los necesitas.
Temores, fobias y rarezas parecidas. Molestas y incordiantes, pero parte de nosotros.
En realidad que aburrida seria la vida sin ellos, sin el corazón corriendo apresurado en nuestro pecho, sin nuestro cuerpo en alerta repentinamente y sin esas extrañas costumbres que nos ayudan a sentirnos seguros.
Quien no se ha sentido mejor con una fina sabana haciendo de caparazón, con todas las luces encendidas retando a la próxima factura, con cualquier rareza inútil pero efectiva según parece.
Porque los miedos llegan a ser horribles y bonitos a la vez, al ser superados, al vivirlos con valor.
Esos temores que nos forman y son parte de nosotros.
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